jueves, 30 de julio de 2009

Los diarios según Chandler


En el capítulo diez de "El Largo Adiós" (1953), el detective Phillip Marlowe conoce a Loonnie Morgan, un periodista del Journal quien se refiere a los diarios de una forma muy ilustrativa:

"Los diarios son propiedad de los ricos. Ellos los publican. Los ricos pertenecen todos al mismo club. Claro que existe la competencia...una competencia dura, implacable, por la circulación, las primicias, las crónicas exclusivas. Todo lo que usted quiera, siempre que no dañe al prestigio, el privilegio y la posición de los propietarios. Si lo hace, entonces se baja el telón."


Bastante actual la descripción, ¿no?

lunes, 27 de julio de 2009

All you need is Jazz

1973.

En una habitación del Hotel Alvear de Buenos Aires, tres hombres conversan. Se ríen, se escuchan, debaten sobre la genialidad de Armstrong, la inmortalidad de Parker y las vueltas nocturnas en el clásico Hot Club de la ciudad porteña. Cosas de amantes del jazz.

Un Cortázar con barba y grandes anteojos de marcos negros forma parte de la velada, mientras fuma uno de los últimos Galouises que le quedan desde su regreso de París. Allí también está presente el “Gato” Barbieri, con sus rulos negros que forman una porra dylaniana, sentado contra el respaldar de un sillón de cuero. El Nano Herrera, robusto, con pelo en el pecho que le sobresale de su camisa leñadora, trae un grabador para inmortalizar la charla, así como había hecho con muchas de las melodías improvisadas que después serían parte de Chapter One: Latin America, la primer porción de una saga musical de cuatro episodios compuestas por el propio Barbieri.

REC.

Julio Cortázar: Yo no soy ningún entendido, ningún técnico. Soy sólo un tipo que escucha jazz todo lo que puede, durante la mayor parte del día. Creo que por razones generacionales lo que más me marcó a mí fue el jazz que escuché de joven, naturalmente. Hasta los años 1945, 1946, yo estaba muy anclado en el llamado jazz tradicional, pero un día apareció un señor llamado Charlie Parker que me jabonó el piso aquí en Buenos Aires, completamente. Luego, cuando me fui a Europa, se me fueron apareciendo otros señores.

Leandro Gato Barbieri: –¿Pudiste ver a Parker alguna vez?


J.C.: –Me crucé con él en París. En ese momento yo estaba en Italia. Me pasó con Parker como con vos: un cruce en París. Cuando escribí "El perseguidor", que es un poco la vida de Parker vista por mí, lo situé en París con algún derecho, porque él había estado en París, uno de sus poquitos viajes que hizo fuera de los Estados Unidos.

G.B: –¿Por qué lo llamaste Johnny Carter (en “El Perseguidor”)? ¿Acaso te inspiraste en los saxofonistas Johnny Hodges y Benny Carter?

J.C.: –No, en absoluto. Fue una cuestión, digamos, de sonoridad. Johnny Carter, Charlie Parker, suenan parecido, ¿no? Bueno a lo mejor inconscientemente, porque yo a Hodges siempre lo amé. Uno nunca sabe de dónde salen los nombres de la ficción. Pero volviendo a Parker y el bebop, aquello produjo un gran desconcierto. Victoria Ocampo, que había escrito una cosa hermosa sobre Duke Ellington en el Cotton Club, luego dio una definición bastante despectiva del bebop.

G.B.: –Bueno, aquellos discos de 78, de etiqueta verde, eran tremendos.

J.C.: –Claro, el primer tema de Parker que escuché fue “Lover man”. De otro lado había un rápido. La verdad es que de Parker no sabíamos absolutamente nada. No entendí nada. Lo volví a escuchar una y otra vez, y entonces algo pasó. Un poco después llegaron las grabaciones que hizo con el grupo grande de Jazz At The Philarmonic de Norman Granz. Ahí ya era algo increíble.


G.B.: –Están los músicos que de entrada impresionan mucho y después se van cayendo. Y los otros, los que lentamente te atraen hasta que vos entrás completamente y cambiás para siempre. Yo tengo que decir que el que me dio ese impacto que vos sentiste con Parker fue Ornette Coleman. Con Parker, y más tarde con Coltrane, yo soñaba, estaba en un estado de encantamiento. Pero fue Coleman el que me sacudió. No lo entendí al comienzo, pero me intrigó poderosamente. Fue Don Cherry, con el que llegué a tocar y grabar discos, el que me facilitó una entrada más accesible a ese estilo.

J.C: –Quizás tenías una cierta ventaja, aunque es absurdo hablar de ventaja. Pero desde el punto de vista de la edad, yo soy mucho más viejo que vos, vos podías pasar más fácilmente al free jazz. En cambio, yo tenía 18 años, allá por el 33, y entré al jazz por la vía de los discos de Louis Armstrong y Duke Ellington, los mejores en el momento. Y luego, todo lo que se pasaba por la radio, todo mezclado. Quiero decir que me formé muy de muchacho y en una línea muy determinada.

STOP.

2009

Detrás del micrófono, con auriculares en sus oídos y sonrisa complaciente, un Sergio Pujol, historiador y periodista, se recuesta en la silla de plástico negro para escuchar la transmisión en vivo de esa charla única. Nunca se había transmitido al aire, sólo existía una imagen fotográfica de aquel desconocido encuentro entre estos tres personajes jazzeros. Sin embargo, mucho tiempo después, la ignota grabación llegaría a las manos del propio Pujol, quien la obsequiaba a sus oyentes en su programa de Radio Universidad de La Plata.

PLAY

Ahora también el encuentro se expande más alla de aquella oscura habitación del Hotel Alvear, ahora esa imagen tiene sonidos, palabras que flotan en el éter como notas de un saxofón.

Valía la pena escucharlas.